Belén Benito

viernes






Fue al abrir lo ojos cuando empecé a sentirlo. Se mezclaba con la arena que notaba pegada en mi cara y con el pelo espeso provocado por la brisa y la humedad de la costa. Unos minutos después, cuando mis pupilas se acostumbraron a la luz de aquel amanecer, el miedo llenó mi estómago y sentí ganas de vomitar. A mi lado las gaviotas se peleaban por la basura esparcida en la arena y mis acompañantes reían sin cesar, ajenas a mi descubrimiento:
Los sueños acababan de dejar paso a las decisiones.
Mi juventud, aquella inocencia inicial, se había perdido y lo comprendí justo en aquel instante. Estaba tan alejada de mi vida cotidiana, de la rutina, que entendí que la vida te persigue hasta encontrarte. No me equivocaba. Volví a cerrar los ojos, me sentía pesada, como si la losa de la consciencia me hubiera aplastado.




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