Fue al abrir lo ojos cuando empecé a sentirlo. Se mezclaba con la arena que notaba pegada en mi cara y con el pelo espeso provocado por la brisa y la humedad de la costa. Unos minutos después, cuando mis pupilas se acostumbraron a la luz de aquel amanecer, el miedo llenó mi estómago y sentí ganas de vomitar. A mi lado las gaviotas se peleaban por la basura esparcida en la arena y mis acompañantes reían sin cesar, ajenas a mi descubrimiento:
Los sueños acababan de dejar paso a las decisiones.
Mi juventud, aquella inocencia inicial, se había perdido y lo comprendí justo en aquel instante. Estaba tan alejada de mi vida cotidiana, de la rutina, que entendí que la vida te persigue hasta encontrarte. No me equivocaba. Volví a cerrar los ojos, me sentía pesada, como si la losa de la consciencia me hubiera aplastado.
Metáfora de la muerte...o de la vida.
ResponderEliminarMuy bueno, siempre
bsos
De la vida, siempre de la vida.
Eliminar¡Gracias!
Belén.